Quedarse en la llanura de tu uña permite montar tus pulgas y sorberte los insomnios, la humedad que supura la matriz polilúcida de tu rostro y la contaminación acústica de tu pecho permite una mancha en la boca de la intuición, en el contraste de la violencia in útero, permite empomar la luz y donar goteros de solución saliva. La succión del accidente afrodisíaco permite fragmentar al buscador de sombras, sitiar y forzar la abdicación de su imagen.
Quedarse en el olor tartamudo de tu pena, en el peatón desertor que sondea y tritura las lagunas del minuto aborto permite, si es que alguna vez nacemos, nacer, dormir sobre nosotros, permite la polémica entre los ojos que dan la bienvenida a un sector del cuerpo, a un sector del absurdo abusar del error al por mayor, permite la búsqueda del perímetro donde matar los pentotales del ahogo.
Quedarse en una copia de tu respiración, en el milímetro que reservas al desahucio del equilibrio y mirar tu posterior pirueta permite que se olvide el concepto de freno y el escrúpulo se estrelle en la periplégia de la duda, permite apuntalar la corteza al volumen de tu cese y detener la hemorragia, desparramar caracteres y fluir por la periferia de tu calor.
Quedarse subsuelo en tu especie de mano, en las tuberías de tu esencia, en la hélice que masturba al nonato contagio permite el crecimiento de karmas y su auto inmolación en los charcos de la noche inédita, el consumo de escombros sin estreñimiento permite coagular la mirada en la anatomía de los tabiques y caer en una palabra expuesta, permite equivocarse de precipicio, caer en el metro de un colmillo con ojos abiertos.
Quedarse en el sintagma síntesis de tu espina dorsal, en la irrigación del germen cervical caricia prefacio de tu herida kilómetro permite la permutación de soliloquios en altos índices de atmósfera tangible, permite nadar en el limo de la carne mechada con delirio y escupir la receta que el lúcido transporta como kilos de sanidad voluble.
Quedarse en el olor tartamudo de tu pena, en el peatón desertor que sondea y tritura las lagunas del minuto aborto permite, si es que alguna vez nacemos, nacer, dormir sobre nosotros, permite la polémica entre los ojos que dan la bienvenida a un sector del cuerpo, a un sector del absurdo abusar del error al por mayor, permite la búsqueda del perímetro donde matar los pentotales del ahogo.
Quedarse en una copia de tu respiración, en el milímetro que reservas al desahucio del equilibrio y mirar tu posterior pirueta permite que se olvide el concepto de freno y el escrúpulo se estrelle en la periplégia de la duda, permite apuntalar la corteza al volumen de tu cese y detener la hemorragia, desparramar caracteres y fluir por la periferia de tu calor.
Quedarse subsuelo en tu especie de mano, en las tuberías de tu esencia, en la hélice que masturba al nonato contagio permite el crecimiento de karmas y su auto inmolación en los charcos de la noche inédita, el consumo de escombros sin estreñimiento permite coagular la mirada en la anatomía de los tabiques y caer en una palabra expuesta, permite equivocarse de precipicio, caer en el metro de un colmillo con ojos abiertos.
Quedarse en el sintagma síntesis de tu espina dorsal, en la irrigación del germen cervical caricia prefacio de tu herida kilómetro permite la permutación de soliloquios en altos índices de atmósfera tangible, permite nadar en el limo de la carne mechada con delirio y escupir la receta que el lúcido transporta como kilos de sanidad voluble.
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