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Miríada de Kami

(De Oriente)



Ocho millones de kami, la multiplicación del espíritu al servicio
o a la traición del hombre.

Hay dos espadachines en las nubes,
los progenitores del círculo incendiado y de la criatura de luz,
de otra dominadora de las aguas, y de una última, las cuencas vacías,
el ojo negro que después de picotear deja la urraca
en el tintero de la cara.

Si el licor ocupa la barriga del espíritu líquido,
y la fuerza de los maremotos llega a devastar el equilibrio
de los samuráis arriba en las montañas,
la bombilla de Amaterasu se encierra en el puño de Tsukuyomi,
y el fósforo del mundo se consume,
lo opaco de la luna cultiva la paradoja,
un perfil reflejado en el cielo cuando lo oscuro y lo pálido confluyen
en un cráter, un cráter tenue dentro del estómago de Tsukuyomi.

La cabeza después de la katana debe ser peinada,
maquillada, ofrecida al cielo líquido.
Susanoo ingirió líquido cuando él antes ya era líquido,
el comienzo de la miríada, de los kami,
de su infinito a lomos de un león de mármol verde.

No son la divinidad, se aproximan, juegan a la presencia en el mundo,
a servir o torturar al pueblo enfermo,
campesinos que mastican los arroces con la cuchara de palo
también entre los dientes, también entre los dientes
y en la grafía de la tela blanca
hay dibujada una cuchara de palo, una cabaña en llamas,
el símbolo del campo sobre las banderas,
el círculo incendiado que comienza en un espejo su declive
como Amaterasu,
que termina por declinar ante el espejo y devuelve la iluminación
al mundo, sucumbiendo ante el reflejo del cristal,
la espera apoyada en el árbol después del baile obsceno
de Ame-no-Uzume, su danza ante la asamblea de los dioses.

Cerca, también cerca la contorsión de Ame-no-Uzume
levanta las carcajadas de las divinidades.
Amaterasu se pregunta quién se ríe al otro lado de la puerta
y la atraviesa. Se confunde con lo embriagador de Ame-no-Uzume,
escapa del puño oscuro,
el puño de Tsukuyomi, y es el huevo llameante ante el espejo
lo que captura la luz y la duplica,
otro neón, un símbolo en lo indígena del pueblo.

Ocho millones de lagos, la miríada de kami, la espada en la cabeza de la serpiente ebria, las cabezas ebrias de saque
que descabezó Susanoo para después peinarlas y maquillarlas,
infinitamente, el comienzo de Japón en una espada
y en el brillo del futuro, sobre la joya que vestirá el nuevo
descendiente de la luz,
el que llegará con los tres símbolos para plantar arroz
con una cuchara de palo, una espada, quizá un espejo.

Amaterasu encabeza la multiplicación del espíritu.
Un sol oscuro y líquido levanta, sobre el tallado perfecto del león de mármol, un imperio, sus templos,
su adoración a la miríada de voces.

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