La vida práctica

(De Inquilinos)

La trashumancia en algún atajo doméstico,
un enema en conmemoración de la comprensión cardíaca,
el estrangulamiento del ocio en el vicio
-sexo sí, bases fuera-
y reuma en la conversación venérea,
el crítico sentado en una sábana limpia,
la madre en un huerto sin poza,
el padre acechando al pezón ortodoxo,
la rana lamida por el lomo con los muslos gastados,
-¿sexo macrobiótico o sangre en las venas?-
funcionarios de la culpa,
instituciones en el hígado,
detenciones violentas al reproche,
al descrédito de la soledad perpetua
– o la vida me ha tratado mal-
tráfico de crónicas en cápsula para el miedo,
adictos a mirar el surco,
partituras inseminadas con restos de teflón,
auto-pías repertorio,
distopía discrecional,
- quién te ha nombrado reina, yo no...-
racionamiento de lo razonablemente correcto,
saturación en las pistas cartillas de circo,
necesidad de escenarios sumarios
y palmaditas en la carencia,
aplausos suicidas,
escasez de barrancos...
Risas eslabón solidario
y visitas sedimento al orgasmo
-cita con el recordatorio o embalsamar al muerto-
realismo en el imaginario,
corte y confección de pellejos
y estrías de síntesis cabal
generosamente genéticas,
ictus en la paciencia,
prólogo protocolo y deserción,
lanzamiento de beso,
-piropo y gapo a veces es lo mismo-
ambientador con ficha técnica
para las efemérides
y fe, mucha fe, federarse en la fe,
masticar condescendencia
y el saludo pródigo demócrata,
en fin, caminar por la vida práctica.