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Si esta sobriedad...

(De Katábasis)



SI ESTA SOBRIEDAD es irse… bien, me voy, adiós los viajes, buona sera las magníficas espaldas, el te/tra/gra/ma/tón. [En tu melena se vislumbra, en ocasiones, la Gorgona, ella me sonríe,
yo te abrazo;
yo te abrazo.
[En mi pecho tú destruyes Troya, viaja la cigüeña, ¡escupe un fénix!, y un faro en la osamenta es tu ojo de tritón y cañería; no más, ya se está yendo el mar hacia la tierra, un cachalote gris e inmóvil se come un edificio;
“Jugamos a elegir quién morirá primero:
Ver el sapo incandescente que el osario escupe, la llama tras la pluma, pero tu brazo viaja y la sangre es más espesa en la vejiga; te vas dejando en cada promontorio, un trozo de tu lápiz con que no exterminas ni el objeto ni mi afán, fallaste, ¡JA!, mi hermano es el pulgón, es la marea, es la bisagra y a mí me crecen barbas por el óxido y la espuma...
Tú nunca serás viejo, porque sabes distinguir la reja tras el aire, eres nutritivo y una sepia se ilumina en tu barriga; Dios lo sabe, Adán y Eva lo saben, Abderramán lo sabe y lo murmura indefinido tras las fuentes, es su mímica capaz de hipnotizar los peces de cristal y atar al dorsos perlas de tu iris, la única tez tiesa.
“Jugamos a elegir quién vivirá.
También el mar se mece y deja rizos verdes, larvas de sirena, latas donde un mundo sobrevive, ya es la hora, mi boca, (mi infiel boca). Un trozo de metal se pudre en tus mejillas, cuando olemos el final se orina un cobre, se derrumban las murallas - mis legañas, sin embargo, son eternas.
Nadie bajará en la próxima parada porque tu mirada es un barranco, duele bendecir esta señal, esta migraña, la amígdala sucísima del cielo, el cuenco donde se malvive un polvo y un barniz, no te bendigo, tus hijos serán ciegos como el viento, el diente olvidará;
tu piel.

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