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Un poema de Pablo Camus

Relativo al eje

Una niña gira alrededor del eje, gira su cara para rebotar la duda, su espinazo de cachorra, la vergüenza de plantar su tela, teatro para germinar latitud al sur de la brújula, al sur del cuerpo que se extravía en el labio del océano, su ilusión de candelabro, la niña y la transfusión de teclas en su nombre; y la silaba, sonante y suave, sonante y cárnica para arrastrar su risa, lustra el hombro que se advierte loco por el mundo, se exilia de medio loquito, el exilio a media cintura para aullar la inocencia, padecer su cara, su escenografía de ángel, de musa y pedir letras al pez que se bebe la marea, los chillidos de la imaginación, lo corpóreo en la raíz de una niña y su lógica, pausada y suave, sonante al recuerdo, a la perdida de vista, al folio que al día siguiente se grava de palabras, de estornudos que se enganchan y se sientan a esperar una estridencia, la juventud del fémur, la rodilla que se toca con la pupila, con el rosar, con el fregar la aliteración, lo patibulario del deseo, el verso, la metáfora ardiente y lo suscrito, lo ramificado, lo obtuso, el manuscrito de la niña y su eje en el otoño del lenguaje.
El terciopelo del papel busca el indulto de su cara, el indulto de un eje que aleja la conciencia; se oye, se especula, la inmadurez crece, el sentido de lo cristalino, la chaqueta de los ojos, una promesa que da la vuelta por semana, un paralelo que sitúa la construcción de un sentido que se bebe lento, que tortuguea en la constelación del fuego, en el horno de la cautela, sofisticadas murallas para contener, contener el evangelio del que llega y pide su vino, el pulso de su escrito, la quimera de un amor que no convence, que desmaya ejes, un parabrisas que esparce miel de invierno y regala elipses para escribir el nido, poetas de escarchas que se vienen a la vista, el ruiseñor que galopea en los zapatos, el perro de Aldo, el que fragua a media gota suspendida el surrealismo de mármol, el que se embriaga al pedir aumento, un aumento que golpea el eje de la niña, el eje de la necesidad, el volcán, su azufre para morir en la estridencia de un poema que santifica su momento.
Canonizado, canonizado, el poema ha sido canonizado y el augurio baja de su elipse, se enreda en el eje, la niña siembra el temor, el dolor del beso que no llega, el que evade y posterga en el abismo, se va de rieles, sueña carbón, desnuda a la psique, el plano del cerebro que acampo en la poesía, el lago de la paganía que ronca en la nostalgia, en el desierto de la viuda, pero la niña está cerca, está en el muro del día, en la muralla donde se muere el libro, la estantería del señor presidente que mira la mesa, mira fijamente los ojos del artefacto, el poema eje de un poeta ejecutado, ejecutado de niña, de alumbramiento en la placenta de su tropo, el eje niña que invita a la memoria del ombligo, niña fragancia, el perfume de la ingle que fumiga la metáfora, el mito de su boca, la estridencia de su orgasmo, la simulación de una opera en la punta de su lengua.

1 comentario:

  1. Poetas:

    Vagaba yo "en el desierto de la viuda",
    deambulaba calmo en el proscenio del "teatro, para germinar latitud al sur de la brújula", "desnuda a la psique", con el único objetivo de desarmar a los que intentan "contener el evangelio del que llega y pide su vino."

    No esperaba reencontrarme con tamaña troupe de "poetas de escarchas que se vienen a la vista",
    grata sorpresa del momento mágico, del momento congelado, "canonizado, canonizado" como el resto de momentos que compartiremos ahora que nos hemos reencontrado.

    Volveré:
    es esta "una promesa que da la vuelta por semana".

    (¡Encontré el rastro de Guillermo a través de Nuria, "el perfecto cuadrante"!)
    ¡Un abrazo!

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